(POR PABLO BURGUÉS)

Como te iba contando la semana pasada, tras haber limpiado en profundidad las carteras de un buen número de marchantes de arte y galeristas de Europa y América, Elmyr de Hory decidió abandonar los Estados Unidos y se fue a enredar a Ibiza. Su aire aristócrata y una habilidad innata para moverse por el mundo del cancaneo y el lerele pronto lo convirtieron en uno de los personajes más solicitados de la dolce vita ibicenca.

Entre sarao y sarao, nuestro amigo seguía pintaba falsificaciones que sus socios Fernand Legros y Réal Lessard iban colocando alegremente por museos y colecciones privadas all around the world. Vamos, que como diría uno de mi pueblo Elmyr “nadaba en la ambulancia”.

Pero en 1967 sucedió algo que lo cambiaría todo. El magnate tejano del petróleo Algur H. Meadows, mosqueado con un par de cuadros de dudosa procedencia que acababa de adquirir, encargó a cinco expertos un informe sobre la autenticidad de toda su colección. El veredicto de los muchachos fue unánime: treinta y ocho de sus cincuenta y pico obras eran más falsas que el abrazo de una suegra.

Aquel tremendo escándalo puso en alerta a los compradores de arte del mundo entero, quienes con más miedo que vergüenza comenzaron a escudriñar sus colecciones en busca de nuevas falsificaciones. Y vaya que si las encontraron: decenas de cuadros fueron retirados de diferentes exposiciones parisinas, obras de DufyDerain y Modigliani fueron descolgadas de las paredes del Museo Nacional Japonés de Arte Occidental, varias casas de subastan estadounidenses cerraron sus puertas hasta nueva orden…

Uno de los datos más curiosos del tema es que todas aquellas obras falsas tenían su documentación en regla y poseían sus correspondientes certificados de autenticidad avalados por reputados especialistas. Aunque bueno, imagino que si alguien es capaz de falsificar un Picasso o un Matisse no creo que tenga mucho problema en plagiar cuatro firmas.

Todas las miradas se pusieron sobre Legros y Lessard, dos marchantes de arte con un catálogo demasiado extenso para unos tipos que prácticamente acababan de entrar en el mercado del arte. ¿Pero de donde habían sacado semejante cantidad de falsificaciones? La prensa empezó a especular con la existencia de un taller clandestino de artistas a sueldo en el sur de Francia, pero la policía, que es muy lista, concluyó que todo el tomate salía de Ibiza, más concretamente de la casa de un tal Elmyr de Hory.

De la noche al día, Elmyr pasó del más absoluto anonimato a convertirse en una estrella mundial, una especie de Rovin Hood del arte que había robado y puesto en ridículo a los más prestigiosos expertos de arte. Revistas y televisiones de todo el mundo se peleaban por conseguir una entrevista con el recientemente bautizado como “el mayor falsificador de todos los tiempos”. Su fama llegó a tal punto que en 1974 el mismísimo Orson Welles, deslumbrado por el desparpajo de nuestro amigo, viajó hasta Ibiza para grabar un documental sobre él llamado F FOR FAKE (F de Falso).

Y ya estamos hablando de fraudes y piratas, aquí te dejo el link donde puedes ver dicho documental completito por la patilla.

Continuará…

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