(Por Pablo Burgués)
El pasado 18 de diciembre, iba yo paseando honradamente por el casco antiguo de Ibiza, cuando a lo lejos divisé a tres centuriones romanos. Mi desarrollado sexto sentido me indicó que aquellos tipos eran relaciones públicas de una discoteca y que iban así disfrazados para promocionar alguna fiesta navideña bien loca. Sin dudarlo me fui hasta ellos y con cara de travieso les pregunté día y hora en la que tendría lugar aquella bacanal romana. El más viejo de los tres, de unos 12 años y medio, me miró con cara de pánico y dijo: “No trabajamos para ninguna discoteca señor. Somos alumnos del colegio de Nuestra Señora de la Consolación y haga usted el favor de salir de nuestro belén viviente o llamaremos a la policía”.
Ya en casa y tras comprobar con alivio que mi cara (junto al hashtag #UnTaraoSueltoPorIbiza) no era trending topic en Twitter, me puse a indagar de dónde demonios viene esa tradición tan friki de los belenes navideños.
Pues bien, parece ser que el inventor de todo este sarao fue un personajazo nacido en 1181 en Italia llamado Francisco de Asis (Paco “el voces” para los amigos). Su padre era un famoso y adinerado comerciante de telas, el Amancio Ortega de la época, sin embargo al joven Paquito aquello de los trapos no le hacía mucho tilín, así que a los 17 años se alistó en el ejército. Pero mira tú por donde que la noche antes de su primera gran batalla el muchacho escuchó una misteriosa voz en su interior que le ordenaba regresar a su pueblo de inmediato. Y haciendo suya la frase “de valientes y tragones están llenos los panteones” cogió sus bártulos y se volvió sano y salvo a su Asís natal.
Ya en su casa, aquella voz volvió a hablarle de nuevo: “Francisco, vete y repara la capilla de San Damián, que me la tienen hecha unos zorros”. Tras oír aquello, nuestro amigo pegó el palo a su familia y se fundió todo el dinero en reformar dicha iglesia. A su querido padre aquello le hizo entre poca y muy poca gracia, así que para que el chaval recapacitara y se olvidara de tantas voces y tantas tonterías lo encadenó en un calabozo. No tardó en escaparse de allí y tras hacer voto de pobreza, dedicó el resto de su vida a predicar el Evangelio allende los mares.
Tras varias décadas recorriendo el mundo, en 1223 Francisco escuchó por última vez aquella extraña voz: “Francisco, ya va siendo hora de colgar las alpargatas. Te ordeno que regreses a tu casa y que a partir de ahora celebrases allí la navidad del mismo modo que lo hizo Jesús de Nazaret”. Paquito regresó a su pueblo, lio a cuatro colegas para robar una mula y un buey y todos juntos se fueron a una cueva de la ciudad de Greccio, donde montaron el primer belén de la historia.
Contra todo pronóstico aquella frikada fue un éxito de crítica y público y como los seres humanos somos mucho de “culo veo, culo quiero”, la moda de montar belenes fue poco a poco ganando adeptos hasta llegar a nuestros días, donde ya es catalogada como epidemia.
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