(Por Pablo Burgués)
Corría el amable siglo XVIII cuando el no menos amable rey Carlos III ordenó construir una serie de torres de vigilancia a lo largo y ancho de Ibiza y Formentera. Al parecer, por aquel entonces las cristalinas aguas del Mediterráneo estaba hasta la bandera de piratas y el monarca estaba ya hartito perdido de que esos impresentables delincuentes arrasaran sus paradisiacas islas cada seis (o cada dos por tres vaya).
Aunque para ser totalmente honestos con la historia, hay que decir que aquellos hombretones de parche en el ojo y pata de palo no eran tan mala gente como algunos dicen… Lo que pasa es que tenían muy mala prensa porque todos les tenían manía. Vale, es cierto que los chavales tenían sus cosas malas, como todo el mundo y no os voy a negar que saquear aldeas, quemar ciudades y rebanar algún que otro cuello está bastante feo. Pero bueno, también hay que entender que los zagales estaban en edad de crecimiento y que de aquellas no existía un Carrefour, ni un Lidl, ni tan siquiera un Can Jordi donde poder hacer honradamente una pequeña y económica compra semanal. Así que los pobres piratas, muy a su pesar, se veían obligados a delinquir para poder comer (y lo que no es comer).
Sin embargo, aquellos días de libertinaje piratil estaban llamados a su fin con la llegada al trono español de Carlos III, el Chuck Norris del mediterráneo. Su idea fue levantar un sistema de defensa compuesto por 14 torres repartidas por los puntos más estratégicos de Ibiza y Formentera. Prácticamente ninguna de ellas fue equipada con cañones ni artillería de ningún tipo, ya que su función principal no era de ataque sino de vigilancia. El sofisticado protocolo de actuación consistía en que cuando uno de los vigías divisaba un barco enemigo acercándose a la costa, este encendía una gran hoguera en la parte alta del edificio. El humo alertaba del peligro a los habitantes de los pueblos cercanos y estos corrían despavoridos a esconderse al bosque o a refugiarse en alguna iglesia fortificada, junto con sus seres queridos y con algún familiar también.
Estudios recientes indican que todas las construcciones debieron de ser levantadas por el mismo subcontratista, ya que todas ellas presentan idénticas características: muros muy gruesos de piedra, planta circular, forma troncocónica, dos plantas y una altura total de unos diez metros de altura.
Sin embargo hay un aspecto que tiene dividida a la comunidad científica y es el hecho de que algunas de las construcciones como la de Ses Savinar frente a Es Vedrá (foto), tienen la puerta de entrada a más de tres metros del suelo!!! Aquí se barajan dos hipótesis: 1- Que el acceso a la torre se hacía mediante cuerdas y/o escaleras y que estas se retiraban una vez dentro de edificio con el objetivo de dificultar la entrada a posibles atacantes. 2- Que el arquitecto dijo nosequé, pero el aparejador entendió nosecual y que el oficial de primera pensó que querían decir estoylootro y finalmente el peón de obra hizo lo que le salió de la hormigonera. Total que la culpa no es de nadie y que o pagas de nuevo para tirarlo todo y volver a empezar o ya te estás yendo al Decathlon a comprarte unos pies de gato para entrar en casa.
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