(Por Pablo Burgués)
Continuemos para bingo… La aparición de cuadros falsos de Picasso, Matisse o Modigliani colgados de las paredes de algunos de los museos y galerías más importantes del mundo, supuso un enorme varapalo para el mundo del arte. La investigación policial que siguió al escándalo puso en el punto de mira a Elmyr de Hory, un simpático señorín húngaro afincado en Ibiza que de la noche a la mañana pasó del anonimato a trending topic mundial.
Y es que lejos de esconderse o pedir perdón por sus travesuras, Elmyr concedió un sinfín de entrevistas en las que se jactaba de sus hazañas y se burlaba de aquellos que se hacían llamar expertos en arte. “Ninguno de ellos ha rechazado jamás comprar uno de mis cuadros”, decía. “Son todos una panda desgraciados que no hacen otra cosa que olerse el ojete unos a otros” (bueno, esto no llegó a decirlo, pero lo pensaba muy a menudo).
También aprovechó el interés mediático para defenderse de aquellos que lo llamaban falsificador, ya que aseguraba no haber copiado un solo cuadro en su vida. Lo que él hacía era pintar obras nuevas dibujadas “al estilo de” este o aquel artista. Es más, llegó a afirmar sin ponerse ni rojo que la humanidad estaba en deuda con él, ya que había regalado al mundo la posibilidad de ver aquellas obras que los artistas no tuvieron tiempo de pintar en vida.
Al margen de su caradurismo extremo, lo que si es cierto es que sus falsificaciones eran extraordinarias, hasta el punto de que pintores como Kees van Dongen o el mismísimo Pablo Picasso llegaron a reconocer como suyos cuadros que en realidad habían sido pintados por Elmyr.
La locura popular por este personaje llegó a tal punto de psicodelia que alguno de sus cuadros llegaron a valer más de 100.000€, lo que hizo que pronto apareciesen falsificadores que empezaron a falsificar las falsificaciones de Elmyr... El no va más oiga.
Aquellos fueron sin duda los años dorados de nuestro amigo, sin embargo había una cosita que quitaba el sueño al chaval: que alguno de los países en los que había vendido sus imitaciones lo reclamase al gobierno español y acabase en la cárcel.
Para no seguir tentando a la suerte, Elmyr ordenó a su socio Fernand Legros que no vendiese ningún cuadro suyo más o de lo contrario haría pública una lista de todas las falsificaciones pintadas por él. Legros, lejos de enfadarse se tomó aquello la mar de bien y como muestra de su cariño y agradecimiento hacia el artista, al día siguiente ahorcó a su perro de la rama de un árbol junto al emotivo mensaje: El próximo serás tú.
Compuesto y sin perro, Elmyr siguió viviendo alegremente en su finca de Sant Josep de Sa Talaia, hasta que el 11 de diciembre de 1976 el mayor de sus miedos se hizo realidad. Tras varios años intentándolo, la justicia francesa al fin había conseguido una orden de extradición sobre él. Sin embargo sus pies nunca llegarían a pisar suelo gabacho.
Continuará… (una semana más y lo dejo, lo juro)
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