(Por Pablo Burgués)
Si no has leído los dos capítulos anteriores puedes hacerlo ahora mismito pinchando aquí. Pero como sé que no lo vas a hacer te haré un mini resumen de 37 palabras: Hace unas semanas conocí a un tipo al que bauticé como Jabón (más tarde entenderás porqué). Entre otras linduras me contó que su droga favorita es el DMT y acto seguido comenzó a contarme su último colocón…
Jabón fue a pasar el domingo en casa de un amigo y como no tenían un parchís o unas cartas a mano pues para matar el tiempo hicieron lo que cualquier persona razonable haría: ponerse bien ciegos de DMT. Esta sustancia es altamente psicotrópica y Jabón pronto comenzó a tener alucinaciones en las que aparecían androides y máquinas futuristas. Lejos de ponerse nervioso, el tipo se puso cómodo y se dispuso a disfrutar de aquella película. Pero de repente su colega, al que a partir de ahora llamaré chispazos, se desmayó, cayó al suelo de espaldas y comenzaron a darle espasmos... Jabón se asustó mucho pero rápidamente se percató de que a su amigo le salía humo por la cabeza y comprendió que todo aquello no era más que otra de sus alucinaciones. Los seres humanos no tenemos circuitos eléctricos por dentro y por lo tanto no nos puede salir humo de la cabeza, pensó, así que aquello no podía ser real sino otra de mis robóticas paranoias.
Sin dedicarle más tiempo al asunto Jabón abandonó la habitación y se fue en busca de algo para beber. En un armario de la cocina encontró una botella de refresco y le dio un gran trago. Al hacerlo notó que aquella bebida tenía un sabor extraño, así que miró la etiqueta y vio que en ella aparecía el dibujo de un cubo de plástico y una fregona. Al verlo pensó que era bastante raro que una marca de refrescos sacara al mercado una bebida con sabor a fregona pero bueno, cosas más raras se han visto... 5 segundos y 3 arcadas después su maltrecho cerebro empezó a unir cabos y comprendió que lo que se acababa de beber no era un nuevo y loco refresco sino media botella de friegasuelos. Rápidamente se metió los dedos en la boca para vomitar pero aquella solución no fue suficiente: “Tío no paraba de vomitar espuma y más espuma, parecía una lavadora abierta a medio lavado”.
Con todo su ciego decidió coger el coche y largarse al hospital, donde los médicos le dijeron que le tenían que hacer un lavado de estómago. Al escuchar aquello a Jabón le entró la risa y le dijo a las enfermeras que no hacía falta, que después del medio litro de detergente que se había metido entre pecho y espalda no había un estómago más limpio que el suyo en todo Ibiza. Eso sí, que a un chupito de suavizante no les diría que no porque tenía la lengua un poco áspera. Tras varias horas ingresado le dieron el alta.
Cuando estaba saliendo del hospital, Jabón se encontró por los pasillos con su amigo chispazos el cual tenía la cabeza totalmente vendada. Al parecer el imaginario amigo robot al que horas antes le salía humo de la cabeza ni era imaginario ni era robot... Por lo visto el colega se había caído al suelo tras un ataque epiléptico y el destino, que es un gran humorista, quiso que su cabeza quedara apoyada sobre una colilla de cigarro a medio apagar que había en el suelo. Resultado: quemaduras de segundo grado en toda la parte trasera de la cabeza.
Y colorín colorado, este colocón se ha terminado.
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